viernes, 24 de septiembre de 2010

MEDIO PAN Y UN LIBRO...

Hoy recibí este texto, bellísimo como pocos. No quiero agregarle palabras, porque todo lo ha dicho don Federico. Y lo ha dicho maravillosamente.
(Locución de Federico García Lorca al Pueblo de Fuente de Vaqueros (Granada). Septiembre 1931)
"Cuando alguien va al teatro, a un concierto o a una fiesta de cualquier índole que sea, si la fiesta es de su agrado, recuerda inmediatamente y lamenta que las personas que él quiere no se encuentren allí. ‘Lo que le gustaría esto a mi hermana, a mi padre’, piensa, y no goza ya del espectáculo sino a través de una leve melancolía. Ésta es la melancolía que yo siento, no por la gente de mi casa, que sería pequeño y ruin, sino por todas las criaturas que por falta de medios y por desgracia suya no gozan del supremo bien de la belleza que es vida y es bondad y es serenidad y es pasión.
Por eso no tengo nunca un libro, porque regalo cuantos compro, que son infinitos, y por eso estoy aquí honrado y contento de inaugurar esta biblioteca del pueblo, la primera seguramente en toda la provincia de Granada.
No sólo de pan vive el hombre. Yo, si tuviera hambre y estuviera desvalido en la calle no pediría un pan; sino que pediría medio pan y un libro. Y yo ataco desde aquí violentamente a los que solamente hablan de reivindicaciones económicas sin nombrar jamás las reivindicaciones culturales que es lo que los pueblos piden a gritos. Bien está que todos los hombres coman, pero que todos los hombres sepan. Que gocen todos los frutos del espíritu humano porque lo contrario es convertirlos en máquinas al servicio de Estado, es convertirlos en esclavos de una terrible organización social.
Yo tengo mucha más lástima de un hombre que quiere saber y no puede, que de un hambriento. Porque un hambriento puede calmar su hambre fácilmente con un pedazo de pan o con unas frutas, pero un hombre que tiene ansia de saber y no tiene medios, sufre una terrible agonía porque son libros, libros, muchos libros los que necesita y ¿dónde están esos libros?
¡Libros! ¡Libros! Hace aquí una palabra mágica que equivale a decir: ‘amor, amor’, y que debían los pueblos pedir como piden pan o como anhelan la lluvia para sus sementeras. Cuando el insigne escritor ruso Fedor Dostoyevsky, padre de la revolución rusa mucho más que Lenin, estaba prisionero en la Siberia, alejado del mundo, entre cuatro paredes y cercado por desoladas llanuras de nieve infinita; y pedía socorro en carta a su lejana familia, sólo decía: ‘¡Enviadme libros, libros, muchos libros para que mi alma no muera!’. Tenía frío y no pedía fuego, tenía terrible sed y no pedía agua: pedía libros, es decir, horizontes, es decir, escaleras para subir la cumbre del espíritu y del corazón. Porque la agonía física, biológica, natural, de un cuerpo por hambre, sed o frío, dura poco, muy poco, pero la agonía del alma insatisfecha dura toda la vida.
Ya ha dicho el gran Menéndez Pidal, uno de los sabios más verdaderos de Europa, que el lema de la República debe ser: ‘Cultura’. Cultura porque sólo a través de ella se pueden resolver los problemas en que hoy se debate el pueblo lleno de fe, pero falto de luz."
(Gracias por enviármelo, Agustín!)
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lunes, 13 de septiembre de 2010

INTERNET NOS HACE ESTÚPIDOS. O NO?

La evolución intelectual de las personas, el cambio en nuestras maneras de pensar, cómo van reacomodándose  las estructuras de nuestro cerebro y las conexiones que utiliza para optimizar el aprendizaje, son custiones que en La Guarida siempre nos han interesado. De hecho, hace un tiempo publicamos un artículo que decía que Internet podía estar haciéndonos más inteligentes. Hoy compartimos un artículo que dice lo contrario. Para analizar, y pensar cómo estamos cambiando nuestra estructura mental.

Los taxistas de Londres recurren cada vez más a la ayuda de sistemas de navegación por satélite para encontrar destinos.
(Por Dave Lee para BBC)

Imagine por un momento que se encuentra en Londres y que paró uno de sus emblemáticos taxis negros.
"¿Adónde vamos jefe?", le pregunta el taxista con el típico acento obrero del Este de Londres. Usted le indica la dirección."Sin problema. Déjeme introducir las coordenadas en mi navegador satelital..."
Suena impropio, incluso a fraude, que cualquier taxista de Londres que se precie de ello pueda pronunciar esas palabras. Después de todo, la habilidad de los taxistas londinenses para conocer todos los rincones y atajos de la capital británica es legendaria.Sigue siendo obligatorio superar un duro examen, denominado "El Conocimiento", antes de lanzarse a las calles de Londres.
Cerebro de taxista
Pero con el abaratamiento y la fiabilidad de la tecnología de navegación por satélite, un experto advierte que podríamos perder nuestra capacidad intelectual de recordar grandes cantidades de información, tales como las rutas más difíciles de la capital.
"La región de nuestro cerebro que almacena imágenes del espacio está bastante desarrollada en los taxistas londinenses", explica Nicholas Carr, autor de The Shallows: What the Internet is Doing to Our Brains (Aguas superficiales: lo que Internet le está haciendo a nuestros cerebros".
"Cuanto más tiempo de tu vida trabajes como taxista, más grande será esa parte de tu cerebro". Carr le dijo a Gareth Mitchell en el programa del Servicio Mundial de radio de la BBC, Digital Planet, que un estudio ya ha revelado que es preocupante cómo la tecnología está afectando a los taxistas. "Casi seguro que veremos una disminución, o incluso una desaparición, de esa cualidad especial en sus cerebros".
Ahora bien, podría alegarse que disponer de un sistema de posicionamiento global (GPS por sus siglas inglesas) que puede ahorrar meses de estudio para aprobar "El Conocimiento", así como hacer nuestros viajes mucho más fáciles, es algo muy positivo.
No es así, según Carr. La tecnología, y en particular Internet, tiene un efecto duradero en nuestro cerebro, alterando nuestra capacidad de realizar determinadas tareas.
Cuanto más simple, peor
En su opinión, cuanto más simples llegan a ser sitios web como Google, menos capaces somos de aprender.
"El (estudio) más interesante reunió a gente que no tenía experiencia en el uso de la Red a los que se les pidió que usaran Google sólo durante una hora al día, y que empezarán a realizar búsquedas y a navegar".
Los resultados mostraron cómo incluso un tiempo reducido de uso provocaba varios patrones de actividad cerebral. "Por un lado, muchas de las zonas del cerebro que toman parte en la toma de decisiones se activaron lo que significa que eso puede ayudarnos a mantener nuestra mente alerta, lo que es muy útil para las personas mayores". "Pero también se detectó el tipo de actividad que hace muy difícil concentrarse. Si siempre estás resolviendo problemas y tomando decisiones, no puedes tener la tranquilidad que obtienes cuando lees un libro".
La clave para mantener la concentración, indica Carr, es quizás ponerlos las cosas más difíciles, justo lo contrario de lo que intentan los diseñadores de software de todo el mundo que compiten por hacer sus programas más fáciles de usar que los de sus rivales.
Visión industrial
"Google tiene un punto de vista muy limitado sobre la manera en que deberíamos usar nuestra mente".
Google es el culpable principal, señala Carr.
"En muchos sentidos admiro a Google, pero pienso que tienen un punto de vista muy limitado sobre la manera en que deberíamos usar nuestras mentes". "Tienen esta visión industrial de que todo gira en torno a la manera más eficiente de encontrar esa información que necesitas". Añade que eso también se aplica a proyectos como Google Books, diseñados para llevar el conocimiento a una gran audiencia y para hacer el conocimiento del mundo más accesible. "Escanean sólo parte de los libros con la idea de que se convierta en más contenido para su motor de búsqueda". Lo que prevalece es la idea de la información abastecida en pedazos, como datos aislados. Cuando vas a una página de Google Books no te adentras en una narrativa prolongada".
Cortocircuito en nuestro cerebro
"Debemos preocuparnos de que cada vez nos queda menos espacio, como individuos, para actuar por nuestra cuenta"
En su libro, Carr cita un artículo del comentarista de tecnología Bill Thompson que describe un simple experimento por el que un rompecabezas debe ser resuelto usando un programa informático. Los estudiosos le dieron a la mitad de los participantes un "buen" programa, que les proporcionaba pistas, era intuitivo y les ayudaba a conseguir su meta.
La otra mitad trató de superar la misma prueba pero con un programa de software que no les ponía las cosas más fáciles.
"La gente que tenía el software menos amable con el usuario tenía que esforzarse para resolver el enigma y en consecuencia aprendió mucho más que aquellos que disponían del programa manejable", explicó Carr.
Meses más tarde, la gente que resolvió el rompecabezas con el software poco cooperativo seguían acordándose de cómo solucionarlo, a diferencia del grupo que tuvo a su disposición el programa que les ayudaba.
Carr concluye que este simple experimento indica que conforme los programas informáticos se vuelven más fáciles de usar, poniéndonos las cosas más fáciles, corremos el riesgo de perder la capacidad de aprender las cosas, "provocando un cortocircuito" en nuestro cerebro.
"Si tenemos en cuenta que cada vez somos más dependientes de programas informáticos para todo tipo de tareas intelectuales, desde la búsqueda de información, hasta nuestra socialización, debemos empezar a preocuparnos de que cada vez nos queda menos espacio, como individuos, para actuar por nuestra cuenta".



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lunes, 6 de septiembre de 2010

EL EXTRAORDINARIO CASO DE LA LLUVIA ROJA SOBRE INDIA

Pasan cosas raras en el mundo. Todo el tiempo. De algunas nos enteramos, de otras no. Algunas tienen prensa, otras permanecen en el anonimato. La noticia que comparto hoy, salió publicada en los medios más importantes, pero en las secciones que no muchos leen. Este artículo es del suplemento Ciencia del diario ABC, de España. Es, cuando menos, inquietante...

El científico que aseguró que una inusual precipitación en 2001 contenía células extraterrestres, dice ahora que éstas se reproducen...
 En 2001, los ciudadanos de la ciudad de Kerala, en el sur de la India, se acostumbraron a que una lluvia de color escarlata cayera sobre sus calles durante dos meses. Godfrey Louis, físico de la cercana Universidad de Cochin de Ciencia y Tecnología, se interesó por el raro fenómeno, que en un principio parecía un vulgar caso de contaminación. Recopiló varias muestras y, bajo el microscopio, observó que el agua no tenía polvo ni arena, sino algo mucho más impactante: estaba plagada de células rojas, muy parecidas a los microbios de la Tierra, pero sin pruebas de ADN. Louis sugirió que las células podían ser extraterrestres, una idea que despertó más de una sonrisa de escepticismo, pero que recibió el visto bueno para su publicación en la revista científica Astrophysics and Space en 2006. Ahora, Louis y otros colegas de renombre afirman algo aún más inquietante: estas células, que ellos creen de otro mundo, se están reproduciendo.
Los investigadores aseguran que las células «extraterrestres» se reproducen a 121 grados
Godfrey Louis consideró en su día que las células descubiertas en el agua de lluvia no pueden ser microbios terrestres porque no se encontraron pruebas de ADN. Al parecer, los glóbulos rojos son una posibilidad, pero deberían haberse destruido rápidamente al contacto con el agua de lluvia. En una extraordinaria explicación, sugirió la posibilidad de que un cometa podría haberse desintegrado en la atmósfera superior y salpicado las nubes cuando flotaban sobre la Tierra, de ahí la lluvia roja. De hecho, aseguró que se recogieron informes en la región de un ruido similar al de un objeto que superaba la barrera del sonido, lo cual podría haber sido provocado por la supuesta roca espacial por al desintegrarse.
Desde entonces, Louis ha continuado con el estudio de estas células, con la colaboración de un equipo internacional que incluye a Chandra Wickramasinghe, un investigador de la Universidad de Cardiff (Reino Unido) y uno de los principales defensores de la teoría de la panspermia, la idea de que la vida en la Tierra, como en otros mundos, fue sembrada por el impacto de un cometa o un asteroide, de forma que todos somos extraterrestres.
Vida a 121 grados
Ahora, según publica el MIT en su revista Technology Review, estos investigadores aseguran que las células rojas se están reproduciendo a temperaturas de 121 grados C. A temperatura ambiente, son inertes. Esto es extremadamente raro. Las esporas de algunos extremófilos pueden sobrevivir a este tipo de temperaturas y reproducirse a temperaturas menores, pero nada que conocemos se comporta así a esas temperaturas.
Aunque este comportamiento no implica, desde luego, el origen extraterrestre de estas células, Wickramasinghe y compañía no pueden resistirse a señalar una explicación tan exótica. Han examinado la forma en que brillan cuando son bombardeadas con luz, y dicen que es notablemente similar a distintos espectros de emisión no explicados en diferentes partes de la galaxia. Uno de estos lugares es el Rectángulo Rojo, una nube de gas y polvo alrededor de una joven estrella en la constelación de Monoceros. Aunque no se puede admitir semejante teoría sin más pruebas, nadie puede negar que se trata de un fascinante misterio. 

Para los que estén interesados, la investigación completa (en inglés), puede ser leída aquí.

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