Cuando se aproxima un cambio de estación, muchas veces nos da por cambiar nuestra imagen, aunque sea mínimamente. Y si de la primavera se trata, las ganas de sentirnos mejor se potencian. En lo personal, funciono mucho mejor cuando los días son soleados, y, especialmente, cuando puedo quedarme en la noche a mirar las estrellas, con poco o ningún abrigo.
Así, cuando se aproxima el otoño, imperceptiblemente al principio, y exageradamente después, voy replegándome, refugiándome en La Guarida, para pasar el invierno cobijada. Felizmente en mi tierra el invierno, aunque muy frío, es lleno de sol, así que siempre hay en las tardes algún rinconcito dorado y tibio detrás de las ventanas, donde sentarse a leer, o a trabajar.
Y como todo llega, la primavera ya casi está aquí. Los árboles están llenos de brotes brillantes, los azahares y las glicinas perfuman los patios provincianos y las plazas, la gente sale más, los chicos juegan hasta más tarde en el pasto. Yo pongo la música alta, abro las ventanas de par en par, respiro profundo el aire rico del atardecer... y le cambio el maquillaje a La Guarida, despacio y con varias idas y vueltas, como cuando nos probamos ropa nueva, y probamos los colores que nos quedan mejor. Poquito a poco, aprendiendo, rehaciendo, buscando. Quién sabe, para el verano encuentro un "look" que me conforme por completo...
Les dejo una frase de Richard Bach que leí hace tiempo y reencontré hoy:
"He aquí una prueba para verificar si tu misión
en la Tierra ha concluído:
si estás vivo, no ha concluído."
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