El otoño suele ser la época en que las mariposas se marchan. La Guarida es (entre tantas cosas que es...) un refugio más donde las mariposas errantes podrán acurrucarse y esperar días más tibios.
En la ciudad donde vivo, el otoño suele ser benévolo, soleado, lleno de luz brillante y suave, muy bello. Así que las mariposas aquí seguirán revoloteando, entre tantas bonitas flores que se abren en la estación de oro.
Cada momento tiene su magia, y éste es un tiempo de serenidad, de melancolía, de reflexión, de apreciar las cosas bellas, de sentarse con una taza de café y un buen libro, en el rincón más soleado de nuestra casa.
Les acerco estos versos de Neruda, propicios para la ocasión...
MARIPOSA DE OTOÑO
(Pablo Neruda)
LA mariposa volotea
y arde —con el sol— a veces.
Mancha volante y llamarada,
ahora se queda parada
sobre una hoja que la mece.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Yo tampoco decía nada.
Y pasó el tiempo de las mieses.
Hoy una mano de congoja
llena de otoño el horizonte.
Y hasta de mi alma caen hojas.
Me decían: —No tienes nada.
No estás enfermo. Te parece.
Era la hora de las espigas.
El sol, ahora,
convalece.
Todo se va en la vida, amigos.
Se va o perece.
Se va la mano que te induce.
Se va o perece.
Se va la rosa que desates.
También la boca que te bese.
El agua, la sombra y el vaso.
Se va o perece.
Pasó la hora de las espigas.
El sol, ahora, convalece.
Su lengua tibia me rodea.
También me dice: —Te parece.
La mariposa volotea,
revolotea,
y desaparece.
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